Alexander Scriabin fue un gran compositor ruso nacido un 6 de enero de 1871. Poseedor de un increíble don interpretativo y creativo, supo desarrollar a temprana edad su innato virtuosismo para con el piano. Sus composiciones conforman un legado invaluable para la historia de la música, no solo por su grandilocuencia y sello característico, sino también por ser un claro ejemplo de cómo impacto uno de los movimientos más importantes de la música: la atonalidad.
Scriabin comenzó su carrera siguiendo los trabajos de compositores como Chopin o Liszt, interpretándolos en varios de sus conciertos y siendo altamente influenciado por los mismos a lo largo de su primera etapa como pianista, antes del comienzo del siglo XX. Aunque su gran pasión era centrada en el piano, también compuso bellas piezas sinfónicas, como su icónica Rêverie (la cual, al momento de ser publicada, contó con el visto bueno de Rimski-Kósakov). Si bien no pudo concretar la creación de una ópera, tuvo sus intentos de aproximación a la lírica, de acuerdo a ciertos reportes a los que hizo referencia el biógrafo Faubion Bowers (quien escribió la primera biografía de Scriabin).
Ya para comienzos del siglo XX y con el colosal cambio paradigmático de la música académica, Alexander Scriabin se sumergió en la atonalidad y evolucionó su forma de componer. Lo que la atonalidad plantea es, justamente, romper con la tonalidad armónica que se planteó como algo inmutable en la música por siglos, otorgando autonomía a cada uno de los doce sonidos de la escala cromática y aboliendo, por consiguiente, el principio tradicional de contraste de sonidos (consonancia – disonancia) y las relaciones entre los grados de la escala diatónica. Sin adentrarnos en un lenguaje aún más técnico, lo que entonces se instauró como un nuevo paradigma musical fue “¿Y por qué solamente se tiene que componer de esta forma?”.
En medio de este radical cambio de visión, la libertad de cómo poder componer supo atraer a Scriabin, de una forma distinta a Schöenberg y la Segunda Escuela Vienesa. Supo adentrarse en la atonalidad y en la disonancia, en donde pudo verter toda su creatividad y amor por el misticismo, y formar parte de este quiebre y revolución musical. Sumado a su alegada sinestesia, el compositor supo crear un nuevo fundamento armónico para gran parte de sus obras en este segundo periodo: el acorde Prometeo, compuesto por las seis notas do, fa♯, si♭, mi, la y re. Esto se puede ver reflejado en su magnánimo y sublime “Poema del Éxtasis”.
Alexander Scriabin dio un sinfín de bellas composiciones tanto en su primer como segundo periodo. Es frecuentemente elegido por los virtuosos pianistas de la actualidad para demostrar su gran habilidad, debido al nivel de precisión y técnica que se requiere para poder interpretar alguna de sus obras. Su transición entre el tradicionalismo a la atonalidad sirvió de clara representación de toda una era cultural en Rusia (más precisamente, la Edad de Plata rusa) y de gran influencia para compositores que lo precedieron (como Sergei Prokofiev). Y es así que, en un 6 de enero a casi 150 años de su nacimiento, que le recordamos su gran obra.